Felipe Blanco Ricci. Género III

 

GÉNERO

 

1.     Introducción.

 

“El  concepto género”

 

La noción de género surge a partir de la idea de que lo femenino y lo masculino no son hechos naturales o biológicos, sino construcciones culturales.

 

Seyla Benhabib, autora feminista, señala que a lo largo de la historia todas las sociedades se han construido a partir de las diferencias anatómicas entre los sexos, convirtiendo esa diferencia en desigualdad social y política y señala que es el modo esencial en que la realidad social se organiza, se divide simbólicamente y vive empíricamente.[1]

 

Los estudios de género surgen en la década de los ´70 en Estados Unidos de Norteamérica. a consecuencia del resurgir del movimiento feminista. En España se publicó un libro de la filósofa feminista Celia Amorós llamado “Hacia una crítica de la razón patriarcal” es uno de los referentes más importantes para el feminismo de España.

 

“El primer propósito de los estudios de género o de la teoría feminista es desmontar el prejuicio de que la biología determina lo femenino, mientras que lo cultural o humano es una creación masculina”.

 

2. Raíces históricas del concepto género.

 

El origen  de este concepto se remonta al S XVII con el pensamiento de Poulin de la Barre cuya idea central es: “la desigualdad social entre mujeres y hombres no es consecuencia de la desigualdad natural, sino que, por el contrario, es la propia desigualdad social  y política la que produce teorías que postulan la inferioridad de la naturaleza femenina”.

 

Con la Ilustración del S XVIII se termina de consolidar el descubrimiento de que el género es una construcción social, pues en este siglo, los individuos descubren individual y colectivamente que la desigualdad no es un hecho natural, sino histórico. “El discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres” de J.J. Rousseau es una impugnación radical de la desigualdad social, política y económica con la cual las mujeres toman conciencia de su  propia situación de opresión.

 

Sin embargo este mismo Rousseau inexplicablemente se convierte en el teórico, fundador y pilar más firme de lo femenino, al asignar a las mujeres una tarea “natural”, la de esposa y madre  y un espacio “natural”, adecuado, el doméstico. El cree firmemente que así como la especie humana está dividida en dos sexos, así también cree que la sociedad debe estar dividida en dos espacios. Por ello asigna el espacio público a los varones y el privado y doméstico a las mujeres.

 

Afortunadamente Mary Wollstonecraft, desde la propia Ilustración, [2] denuncia el pensamiento patriarcal de Rousseau y de cuantos escritores han conceptualizado a las mujeres como seres artificiales, débiles, e inferiores a los varones.

 

Algunos filósofos del S XX[3] insisten en la idea de que las mujeres son inferiores a los varones, afortunadamente Stuart Mill, con su importante obra, La Sujeción de la Mujer, contribuye a desmontar ideológicamente  los prejuicios sobre la inferioridad de las mujeres.

 

Finalmente en 1949 Simone de Beauvoir publica “El Segundo Sexo”. Esta autora francesa se aproxima lúcidamente al concepto de género:

 

“No se nace mujer; se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora  ese producto…al que se califica de femenino”

 

 3. Teoría Feminista: estudios de género.

 

La Teoría Feminista tiene como objetivo poner de manifiesto que las tareas asignadas históricamente a las mujeres no tienen origen en la naturaleza, sino en la sociedad.

 

 A partir de esta constatación los estudios de género o teoría feminista se orientan en dos direcciones: en primer lugar, analizan críticamente las construcciones teóricas patriarcales y extraen de la historia las voces  silenciadas que defendieron la igualdad entre los sexos y la emancipación de las mujeres; en segundo lugar, al aportar una nueva forma de interrogar la realidad, crea nuevas categorías analíticas con el fin de explicar aspectos de la realidad que no habían sido tenidos en cuenta antes de que se desvelase el aspecto social de los géneros.

 

Al mismo tiempo, la noción que posteriormente culmina en afirmación,  de que los géneros al ser construcciones culturales tienen una dimensión política, queda expresada en palabras de Kate Millet como * lo personal es político*.

 

  Y  el movimiento feminista asume como tarea política central  politizar el espacio privado; aquello que el pensamiento social y político patriarcal había designado como ámbito de la naturaleza.  Esta dimensión del feminismo ha abierto el espacio de la política a problemas nuevos, al introducir en ese ámbito cuestiones como el aborto, los malos tratos, el control de la natalidad, la reproducción, entre otros.

 

La primera denuncia de la teoría feminista es el sesgo androcéntrico y patriarcal de los discursos teóricos. El análisis que realiza Celia Amorós del discurso filosófico como un discurso patriarcal es válido para todas las ciencias sociales. “El discurso filosófico es un discurso patriarcal, elaborado desde la perspectiva privilegiada a la vez que distorsionada del varón y que toma al varón como su destinatario en la medida que es identificado como el género en su capacidad de elevarse a la autoconciencia”. 

 

El impacto social y político del movimiento feminista, junto a su potencia teórica crítica, hace posible que el género se convierta en objeto de investigación de diversas ciencias. La introducción de los estudios de género supone una redefinición de todos los grandes temas de las ciencias sociales. En efecto, ninguna de las grandes corrientes teóricas (marxismo, funcionalismo, estructuralismo) ha dado cuenta de la opresión de las mujeres.

 

 El género se torna en una categoría de análisis que recorre todos los ámbitos y niveles de la sociedad. De este modo, la teoría feminista abre un espacio teórico nuevo en la medida en que retira el velo y cuestiona tanto los mecanismos de poder patriarcales más profundos como los discursos teóricos que pretenden legitimar el dominio patriarcal. Y se plantea la construcción de una teoría del poder.

 

 

4. La construcción de una Teoría del Poder:  política feminista.

 

Como ya se ha dicho género es una construcción cultural que se ha plasmado históricamente en forma de dominación masculina y sujeción femenina. Esta jerarquización sexual se ha materializado en sistemas sociales y políticos patriarcales. Heidi Hartmann explica el patriarcado como el conjunto de relaciones sociales entre los varones, relaciones que, si bien son jerárquicas, establecen vínculos de interdependencia y solidaridad entre ellos para dominar a las mujeres.

 

Para que la noción de patriarcado haya sido acuñada por la teoría feminista, previamente ha tenido que realizar la misma operación que comenzaron Poulain de la Barre y Mary Wollstonecraft: la desnaturalización del sexo; es  decir su uso ideológico. Celia Amorós examina críticamente una construcción teórica cuyo objeto apunta a la legitimación de la inferioridad de las mujeres: la asociación conceptual de la mujer a la naturaleza y del varón a la cultura. Señala que, al conceptualizar a las mujeres como naturaleza, se las excluye de la individualidad. Los varones son conceptualizados por la ideología patriarcal como individuos por ser creadores de la cultura y capaces de elevarse a la abstracción. En cambio, lo femenino es tematizado por el patriarcado, como una masa inseparable e incapaz de producir individualidades.

 

El patriarcado ha mantenido a las mujeres apartadas del poder.

 

El poder no se tiene, se ejerce; no es una esencia o una sustancia, es una red de relaciones debido a su naturaleza dispersa. El poder nunca es de los individuos, sino de los grupos. Desde esta perspectiva, el patriarcado no es otra cosa que un sistema de pactos interclasistas entre los varones. El poder, al ser un sistema de relaciones, se implanta en el espacio de los iguales, entendido por espacio de los iguales una red de fuerzas políticas constituidas por quienes ejercen el poder y se reconocen a sí mismos como sus titulares legítimos, teniendo en cuenta que, junto a ellos, existe un conjunto de posibles titulares que aguardan su turno ante la posibilidad de un relevo. Los iguales existen en tanto tiene algo que repartirse: su dominio y hegemonía sobre las mujeres. La propia distribución de ese poder produce el principio de individuación, constituyendo el espacio de los iguales. Por el contrario, en el caso de las mujeres no existe la posibilidad  de repartirse el poder, porque éste es inexistente. Sin poder, no existe individuación. La ausencia de ambos da lugar al espacio de las idénticas:

 

“En el espacio de las idénticas, todo es anomia y reversibilidad: todas pueden de todo y suplir en todo, siempre que sea de forma interina e intermitente, sin que se fijen turnos ni rangos sustantivos ni se pongan condiciones de reciprocidad…”[4].

 

El espacio “natural” donde se realizan los pactos patriarcales es el de la política, porque ésta constituye el campo de juramento de los iniciados, el ámbito del contrato social, el lugar donde los varones toman conciencia de su poder como grupo y se reconocen como iguales  a través de los pactos. ¿Pero  cuál es el contenido de los pactos patriarcales? ¿Qué produce el  entramado de unión entre los varones y donde reposan los otros pactos? Pues ni más ni menos – son las mujeres-.

 

Frente a un sistema de dominación tan resistente como el patriarcado, la reivindicación de la individualidad  - es un momento irrenunciable e imposible de obviar para la deconstrucción  de una identidad colonizada - . Es decir: esta conquista de la  individualidad sería sólo uno de los dos momentos precisos para  acabar con el sistema de dominación patriarcal. El otro momento implicaría la reconstrucción de un genérico a través de pactos. Los pactos entre mujeres, la ocupación paritaria del espacio público y la democratización del ámbito privado pueden homologar a las mujeres con los varones y situarlas en una posición de equidad.

 

 5. Género y  Sociología.                                                                                                                                                                                                                                                          

 

Los estudios de género han modificado el pensamiento social y político al introducir la variable sexo como nueva categoría de análisis. Hasta que esta variable se hizo visible en el pensamiento social y político, la sociedad ha sido analizada y estudiada desde diversos enfoques y con diferentes aparatos conceptuales, pero ni uno ni otro han generado una teoría capaz de explicar la opresión de las mujeres.

 Las primeras reflexiones que se realizan desde estas disciplinas parten de la impotencia teórica para analizar la desigualdad entre los sexos. El objeto de la sociología del género es analizar y explicar comportamientos individuales y colectivos en relación a la sociedad, así como los mecanismos ideológicos  y sociales de opresión patriarcal.

 

Cuando se quiere observar cómo se articula una sociedad dividida en géneros, se debe mirar a sus definiciones sociales, al reparto de roles y a sus formas de estratificación.

 

i.             Definiciones sociales, roles y estratificación según el género.

 

El primer mecanismo ideológico, burdo pero eficaz, que apunta a la reproducción y reforzamiento de la desigualdad de género es el estereotipo. Este puede definirse como un conjunto de ideas simples, pero fuertemente arraigadas en la conciencia, que escapan al control de la razón. Un estereotipo de género que permanece a través del tiempo es la idea de que las mujeres son intuitivas y los varones son racionales.

Los estereotipos se derivan del contexto de las definiciones sociales, las definiciones sociales son creencias, valores y normas ampliamente compartidos por los miembros de una sociedad y formados a lo largo del tiempo; éstas a su vez son hechas por las élites dominantes, porque sólo se define desde el ejercicio del poder.  Por lo tanto si el trabajo de las mujeres no es considerado socialmente relevante es porque las mujeres no constituyen un colectivo valorado por la sociedad.

 

Pero si las elites patriarcales se ocupan de mantener y reconstruir las viejas definiciones y de construir otras nuevas, los varones individualmente poseen el poder de la microdefinición, es decir, el poder de definir la realidad o la situación hacia la que se orientan las personas  con quienes interactúan.

 La sociología de género ha analizado que los roles sexuales tienen la misma jerarquía y desigualdad que existe entre los géneros. No existe ninguna sociedad en la que las mujeres posean más poder que los varones. En las sociedades industriales, pese a que un porcentaje apreciable de mujeres trabajan fuera del hogar, la mayoría de ellas compaginan ese trabajo con el de ama de casa. Dando así lugar a la doble jornada  de las mujeres.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            

 

Una mirada analítica feminista sobre nuestra sociedad nos muestra una sociedad dividida entre quienes tienen el poder – varones – y quienes no lo tienen o tienen muy poco –las mujeres -. La colocación  de los sexos en diferentes planos  no sólo señala la desigual distribución salarial de varones y mujeres, sino también el diferente reparto del poder político y social.  Esta separación de los sexos significa una distribución desigual de los recursos tales como: dinero, bienes materiales, descanso, cuidado de la salud, nutrición, seguridad física, autonomía personal, prestigio, oportunidades de educación, formación pero sobre todo poder y autoridad. 

ii.            Patriarcado y coerción.

 

 La sociología feminista no se conforma con radiografiar críticamente la sociedad. No señala sólo los lugares de la discriminación.  También reflexiona acerca de los mecanismos que permiten la reproducción del sistema patriarcal. En efecto, la sociología del género no deja de preguntarse por qué el sistema de dominación patriarcal es universal, es decir, por qué es común a todas las culturas desde el origen de los tiempos hasta nuestro presente. *Tal vez la mayor arma psicológica del patriarcado consista, simplemente, en su universalidad y longevidad. Apenas existen otras formas políticas con las que se pudiera contrastar o con relación a las cuales se pudiera impugnar. Si bien cabe decir lo mismo de las clases sociales, el patriarcado se halla más fuertemente enraizado, debido a su fructuoso hábito de apoyarse en la naturaleza”.       

 

Desde la sociología, J. Saltzman señala dos enfoques teóricos que apuntan a los mecanismos de reproducción del sistema patriarcal. El primero de ellos enfatiza el aspecto coercitivo y represivo de los sistemas de los sexos, mientras que el segundo explica la dominación masculina a partir de la idea de consenso.

 

Las teorías que destacan los elementos coercitivos – económicos, políticos, ideológicos y/o físicos – en la dominación femenina parten de planteamientos de nivel macro, micro  y medio.

Las teorías marxistas feministas, afirman la existencia de apoyo mutuo de los sistemas capitalista y patriarcal en el sostenimiento de la opresión femenina en el macro nivel. Saltzman señala que las marxistas feministas explican que la estructura económica de las sociedades es el fenómeno más importante para la comprensión de la situación de desventaja femenina en las sociedades contemporáneas.

 

Las teorías medioestructurales, que sostiene Rosabeth Kanter y E. Schur,  defienden que las diferencias entre las actitudes y conductas de hombres y mujeres tienen su génesis en el ejercicio de papeles sociales diferentes y desiguales. A su vez, las diferencias producidas de este modo incrementan la probabilidad de que los papeles sean distribuidos jerárquicamente en razón del sexo, con la consiguiente desventaja para las mujeres.

 

Así mismo, las teorías microestructurales enfatizan aspectos represivos en la dominación patriarcal. Este enfoque pone de manifiesto la forma en que la desigualdad de los sexos, generada en los niveles medio y macro, genera desigualdad en las interacciones directas entre varones y mujeres. La principal orientación teórica que se usa para este tipo de explicación es la Teoría del intercambio.

 

Todas estas teorías sostienen que la desigualdad entre los sexos se mantiene sobre todo porque los hombres cuentan con los medios políticos, económicos, ideológicos y físicos para que subsista, independientemente de lo que las mujeres puedan desear. Desde luego, ejemplos no faltan en este sentido. Los malos tratos, el acoso sexual o las violaciones ponen de manifiesto aspectos represivos del sistema patriarcal. La expulsión de las mujeres del mercado laboral en épocas de crisis o de expansión económica, o la expulsión de las mujeres de cualquier instancia de poder. Puede decirse que la violencia forma parte del núcleo estructural del patriarcado.

 

“No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia. Por lo común sus brutalidades pasadas nos parecen prácticas exóticas o “primitivas”, y las actuales, extravíos individuales, patológicos o excepcionales, que carecen de significado colectivo. Y sin embargo, al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control  insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no sólo constituye una medida de emergencia, sino también de un instrumento de intimidación constante” Kate Millet.

 

iii.           Patriarcado y consenso.

 

Las teorías de la voluntariedad o del consenso estudian las razones que inducen a las mujeres a desear aquello que les exige el patriarcado. Estos enfoques parten de la existencia de la dominación masculina y a partir de ese hecho exploran los efectos psico-sociales que esa dominación produce en las mujeres.

 

La teoría feminista neofreudiana sostiene que el aprendizaje para sentirse varón o mujer es una experiencia muy temprana que deriva del apego del niño a sus padres. Afirma que los niños tienden a sentirse vinculados emocionalmente a la madre, ya que ella suele ejercer la influencia dominante en los primeros momentos de la vida. Este apego tiene que romperse en un momento dado para que el niño logre un sentido de sí mismo. Chodorow, su autora, dice que el proceso de ruptura ocurre de distinta manera para los niños  que para las niñas. Ellas permanecen más tiempo vinculadas a la  madre, por lo tanto esa relación prolongada tiende a crear las características de sensibilidad y compasión emocional en las mujeres.  Por el contrario la identidad masculina se forma a través de la separación; así los hombres, posteriormente en su vida y de un modo inconsciente, sienten que su identidad corre peligro si establecen relaciones emocionales estrechas con otros. Sin embargo, las mujeres sienten lo opuesto: la ausencia de una relación estrecha con otra persona supone una amenaza para su autoestima.

 

También las Teorías de la socialización (interaccionismo simbólico) se inscriben en las perspectivas del consenso, al centrar su atención en la forma en que las personas, cuando son niños, adoptan normas socialmente definidas para su sexo. Por otro lado, los enfoques que centran su análisis en la vida cotidiana (Etnometodología, etc.) se ocupan de los procesos por medio de los cuales los adultos buscan la confirmación actual de su propia identidad sexuada o recrean las definiciones sociales del sexo. Goffmann defiende que tanto los varones como las mujeres necesitan a miembros del otro sexo para dar validez a sus identidades sexuales.

 

Las teorías de la voluntariedad y  del consenso tienen sus bases en los procesos de socialización, sexualización y las ideologías sexuales.

 

El sistema patriarcal se reproduce primordialmente a través del proceso de la sexualización: Los aspectos de  aprendizaje temprano del género de los niños son casi con toda seguridad inconscientes. Preceden a la fase en la que los niños son capaces de etiquetarse a sí mismo como niño o niña. Una serie de claves preverbales constituyen el desarrollo inicial de la conciencia del género. Los adultos varones y mujeres suelen tratar a los niños de distinto modo. Los niños cuando tienen alrededor de dos años, entienden de modo parcial lo que significa el género. Saben si son niños o niñas y pueden clasificar correctamente a los demás.

 

Los juguetes, los libros, la ocupación del espacio, la televisión, la familia, las influencias de la escuela y del grupo de pares constituyen entre otros, las bases fundamentales de la reproducción de la desigualdad de los sexos, por lo que deben ser precisamente aspectos esenciales a modificar si se quiere eliminar el sistema patriarcal. Todos estos elementos conforman jerarquizadamente las identidades genéricas. Como señala K. Millet, la socialización generalizada produce dos culturas y dos formas de sentir radicalmente diferentes. La socialización implica que cada género tiene que haber interiorizado  las pautas necesarias para saber qué tiene que pensar o hacer para satisfacer las expectativas de género.

 

Por su parte, las ideologías sexuales son útiles para legitimar las diferencias que la sociedad asigna a varones y mujeres porque son más estables y resistentes al cambio, porque lo normal es que estén integradas en sistemas de creencias más amplios, sobre todo en las religiones y en visiones sociopolíticas y culturales  del mundo que abarcan  todos los aspectos. Ana F. Pitkin inscribe las ideologías sexuales en la metapolítica de la siguiente manera:

 

 

Ideologías Sexuales

Varón,

Mujer,

identidad autosuficiente

identidad defectiva

titular nominal o potencial de todo poder posible

la expresión del no poder

responsable de la protección de las mujeres.

Padre proveedor de la familia

se le asigna el papel de la sumisión a la autoridad masculina

 

Así mismo prescriben la heterosexualidad como la sexualidad normal frente a otras posibilidades sexuales.

 

iv.          Hacia una teoría de cambio sexual.

 

En la sociología de género se advierte una deficiencia, en la medida que ha investigado mucho sobre cómo se reproduce el sistema de género – sexo, pero ha descuidado el cómo podría cambiarse  este sistema. Janet Saltzman manifiesta que los sistemas patriarcales pueden seguir dos procesos opuestos: aumentar la estratificación de los sexos o disminuirla.

Para el segundo proceso (disminuir), considera imprescindible un movimiento feminista fuerte que se despliegue en todos los frentes posibles: partidos, cultura, religión, medio de comunicación… y la entrada de las mujeres en las élites dominantes. Ambos objetivos pueden constituir una palanca importante en la disminución de la estatificación de los sexos si tomamos en cuenta los millones de interacciones diarias entre las gentes, donde las mujeres se encuentran en desventaja y son infravaloradas repetida y sistemáticamente con respecto a los hombres, en una amplia variedad de contextos distintos.

 

6. Hacia la superación de los Géneros.

 

La teoría feminista ha vinculado el sexo a la biología y a la naturaleza, y el género a la cultura y a la sociedad. Este énfasis pertenece al núcleo conceptual del feminismo de los años setenta y de su más directa predecesora. Simone de Beauvoir.

 

Ahora bien la línea de división entre lo natural y lo cultural no ha sido trazada por los estudiosos del género en el mismo lugar. El debate está abierto.

 

Algunas teóricas feministas están investigando en la dirección de redefinir las relaciones entre el sexo y el género, teniendo en cuenta que el énfasis en las diferencias de género o en su superación no son sólo posiciones teóricas, sino también políticas.

 

A pesar de las críticas que ha suscitado la conceptualización del género como una construcción cultural, ningún feminismo ha negado la enorme rentabilidad política que ha tenido para las mujeres.

 

La tarea que se ha dado a sí misma la teoría feminista de distinguir aquello que es biológico de lo que es natural ha tenido una gran trascendencia política, puesto que ha trasladado el problema de la dominación de las mujeres al territorio de la voluntad y de la responsabilidad humana.

 

En la actualidad, la tesis de que las cosas no se distinguen más que oponiéndose es criticada por feministas como L. Irrigaría y filósofos como Derrida, aunque ambos la confirman al determinar la necesidad de la diferencia.

 

El intento de redefinición de la relación entre sexo y género por parte de la teoría feminista transcurre por caminos diversos, a veces, incluso opuestos.   Todas las posiciones comparten la crítica de la jerarquización de los géneros, pero a partir de ahí se abre el debate e incluso la disputa.  Mientras el feminismo postmoderno reclama el derecho a la diferencia, el feminismo de tradición ilustrada aboga por la superación de los géneros.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        

 

 

 

 

 

 



[1] S. Benhabib y D. Cornell “Teoría Feminista. Valencia 1990,125.

[2] Escritora feminista inglesa, perteneciente al Círculo de los radicales de la Ilustración.

[3] Hegel, Shopenhauer. Nietzche, entre otros.

[4] C.Amorós, Espacio de los iguales, espacio de las iguales. Notas sobre poder y principio de individuación Arbor. (nov. dic.,1987) 121

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