Rufo Muñoz Cerón. Monolingue, fallida esperanza de un pueblo
Niñez. No sé cuándo fue mi primer despertar en la nebulosa realidad de mi existencia. Desperté en un lugar de oscura vegetación; alegre, bullicioso, con gorjeos, cacareos, ladridos, sintonía de música de aves, aunque brumoso y húmedo. Amanecí dando de comer a gallinas, pollos, guajolotes, atropellados intempestivamente por marranos. Recuerdo que salía corriendo dejando botada la canastilla de alimentos; era el “Tombak”, ranchito propiedad de mi abuela materna, atravesado por un rumoroso riachuelo que lleva este nombre; abundante en peces, piguas y cangrejos. En verdad en este pequeño mundo para mí sólo amanecía (aclaraba) ; anochecía (oscurecía), no existían las horas, no relojes ni programas, tampoco días ni meses ni años. Todo era rutina y de esta manera se iba escurriendo el tiempo. En ocasiones escuchaba el grito de mi madre: “ Lupi… Lupi…, juta ijtu, mina yey ” ( Rufo… Rufo…, ¿Dónde estás?, ven acá ). Este es el dialecto en el que crecería. Mis abuelos eran monolingües e