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Mostrando entradas de julio, 2020

Rufo Muñoz Cerón. Monolingue, fallida esperanza de un pueblo

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Niñez. No sé cuándo fue mi primer despertar en la nebulosa realidad de mi existencia. Desperté en un lugar de oscura vegetación; alegre, bullicioso, con gorjeos, cacareos, ladridos, sintonía de música de aves, aunque brumoso y húmedo. Amanecí dando de comer a gallinas, pollos, guajolotes, atropellados intempestivamente por marranos. Recuerdo que salía corriendo dejando botada la canastilla de alimentos; era el “Tombak”, ranchito propiedad de mi abuela materna, atravesado por   un rumoroso riachuelo que lleva este nombre; abundante en peces, piguas y cangrejos. En verdad en este pequeño mundo para mí sólo amanecía (aclaraba) ; anochecía (oscurecía), no existían las horas, no relojes ni programas, tampoco días ni meses ni años. Todo era rutina y de esta manera se iba escurriendo el tiempo. En ocasiones escuchaba el grito de mi madre: “ Lupi… Lupi…, juta ijtu, mina yey ” ( Rufo… Rufo…, ¿Dónde estás?, ven acá ). Este es el dialecto en el que crecería. Mis abuelos eran monolingües e

Ramón Bartolomé Hernández Gutiérrez. Recuerdos

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Cuando las últimas sombras se disiparon y el astro de fuego acabó por dispersar sus rayos luminosos sobre cierta parte   de la tierra, desperté, y al abrir los ojos quedé sorprendido de la intensidad de la luz que inundó mi conciencia. Quise seguir durmiendo pero nuevamente me atrajo el haz de claridad viva que se introducía por la ventana. Quedé absorto contemplando su radiante belleza y le agradecí a Dios por sus maravillas. Hacía tanto tiempo que no gozaba de un amanecer tan bello que tuve la tentación de prolongarlo. Entrecerré los ojos y en la lejanía del ayer pude entrever que cuando preadolescente me costaba trabajo abandonar el lecho por una situación similar a la presente: afuera corría el viento frío de Ciudad Real   y   dentro todo era tibio y confortable. Me dejé llevar por el encanto y ahondando aún más en lo remoto recordé que cuando niño solía salir a calentarme con los rayos de un sol somnoliento que despertaba cada día en el Oriente de mi amado San Andrés, pueblito o