Ejemplo real de autobiografía como apología de una afición

He sugerido escribir la autobiografía como una apología de: oficio, afición, trabajo, ministerio, profesión, política, magisterio, docencia, negocio, emprendimiento… pero buscando raíces en la vida seminaria. La finalidad es conceptuar la facilidad de la  redacción.

Apología: Discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo (Real Academia Española). 

Quise probar la validez de tal sugerencia, y de ahí surgió el presente material; mi historia con enfoque en mi afición a la escritura, a la narrativa. Prueba tú y haz algo semejante, aunque ya hayas mandado tu autobiografia (MM).

J. Manuel Mandujano G. El camino de las letras.

Desde la Mancomunidad Valle del Ambroz, Extremadura, España, recibí un correo electrónico enviado por la Oficina de Igualdad y contra la Violencia de Género, el 31 de octubre de 2019, y leí: “Nos es muy grato comunicarle a José Manuel Mandujano Gordillo que ha quedado en segundo lugar en la Categoría adulta en el I Concurso relato corto ‘erótica, diversa e igualitaria’". ¡Albricias!

El cuento premiado se llama K20, en referencia a la localización de un motel en donde sucede una parte de la historia. El kilómetro 20 de una carretera, a la salida de una ciudad. La trama es sencilla; una mujer se enamora de hombre feo, cuyo don era hacer el amor en modo “alto rendimiento”. El hombre desaparece y la mujer pierde el tiempo esperándolo y… el sentido de la vida, también. Por supuesto, ella y sus amigas son mujeres desinhibidas, una caracterización para cubrir una de las bases del concurso español.

Después de inundarme de alegría con el email, lo reenvié a Jesús Morales Bermúdez, entrañable amigo de toda la vida; y me contestó; “Te hizo justicia la Madre Patria”. Lo escribió así porque él sabía de mis participaciones en diversos concursos y premios literarios.

En realidad, él sabe de ellas porque lo he hecho mi mentor literario (aunque no lo sabe), debido a la compenetración de su extensa obra, desde el primigenio On o t’ian. Antigua palabra: narrativa indígena ch'ol (Plaza y Valdés, edición 1999), a cuyo original le eché la manita de revisión, cuando lo preparaba para su edición por la Universidad Autónoma Metropolitana-A en 1986.

Es también mi preceptor dada su respuesta a mis preguntas frecuentes; por ejemplo, cómo hacer una novel extensa de una novela corta o como “desterritorializar” un suceso (como “quitarlo” de su geografía para universalizarlo.

Jesús es, debo decirlo, Premio Nacional de Testimonio Chihuahua 1986 por El memorial del tiempo o Vía de las conversaciones. El Instituto Nacional de Bellas Artes lo cataloga como “Narrador y ensayista”. Destacable es, y lo subrayo, su contribución al lenguaje literario; expresada en giros sintácticos innovadores. Esa aportación nace de una crítica a la escritura ¿plana? de autores de ficción actuales (de renombre, incluso), cuyo lenguaje no marca diferencias, según me lo confió en una conversación reciente.

Sobre todo en su libro La diosa de Oristano… (2016), Morales mueve las claves de la sintaxis para ofrecer formas novedosas hacia la evolución de la escritura. Con esas claves, además, se hunde en el rescate o en el “ajuste” de palabras y de expresiones para darle vida y sacarlas del desuso (si disfuncionales en la sociedad actual): luyido, breva, ludibrio; vúlvica, felacia, amantazgo, damería, polvosidad, golosidad; lácido placer, efebos ganimedeanos, brevas de ambrosía…

Preocupación suya hacer hablar la escribidera en nuevos tonos. ¿Culterano de nuevo tipo, entonces? Recalco; estira la liga de la sintaxis para ganar inéditas formas y purificar el contenido del modo llano de decir y de escribir y de hacer avanzar la dicción literaria desde donde la dejaron otros. Expando la apología porque me atrae su inquietud y, por lo mismo, me encamino a enfrentar el desafío en semejanza. 

 
Pues, bien; el premio de España me alienta a seguir en la narrativa (novela, cuento…). Escribo y, al mismo tiempo, conceptúo diversos proyectos de cuentos largos y novelas cortas, en paralelo. Simplemente, en el estado de gracia creativo –así le llamo– debes proseguir; no te puedes detener; ese es mi caso.

 

Con Juan de la Cabada

Los premios me han llegado, y son de todo tipo. Por ejemplo, en el Seminario Conciliar de Querétaro (donde estudié filosofía y dos años de teología), uno de los maestros, el padre Carrillo, literato de afición,  daría un premio simbólico en monetario al mejor soneto presentado por sus alumnos. El ganador fue su servidor.

Luego, fui segundo lugar en los Concursos Culturales del Distrito Federal (la actual Ciudad de México), organizados por el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana, en 1973; con la pieza “Se solicita vacante”, en la categoría de cuento. En ella reflejaba los “ires y venires” de quienes en algún momento buscamos empleo en la Ciudad de México, y de las vueltas y cobros de las agencias de colocaciones.

Al siguiente año, participé en los mismos premios con un monólogo en la categoría Obra de Teatro, sin  éxito. El día del fallo, acudí al lugar donde se reunió el jurado. Mi premio de consolación fue conversar con uno de los jueces, el escritor Juan de la Cabada (autor del relato El brazo fuerte, hecho después guion de película). Le pregunté sobre la calidad de mi monólogo. “¿Tú eres el autor? ¡Te felicito! Es muy bueno, nada más que es muy breve (una página y media). Sigue por ahí; escribe más teatro;  tienes la vena”. No lo hice.

Ahora, no recuerdo el contenido ni el título del monólogo, tan solo del personaje de expresión hosca, antisocial; y su sombra proyectada en el techo de un auditorio, otro de los “personajes”.

(Un recuerdo de intermedio. En Querétaro formé mi trouppé de teatro. Como nunca sería el actor principal de las obras “oficiales” montadas por el padre Antonio Cárdenas, hice el montaje de una para ser el protagonista. Elegí la obra Final de Partida de Samuel Becket (El mismo de Esperando a Godot, obra conocida por representarse en el Seminario Conciliar de San Cristóbal), y la dirigió mi compañero de salón Marcelino Sánchez. En vísperas del estreno, el padre Cárdenas llamó al director histórico de Cómico de la Legua de la Universidad Autónoma de Querétaro para escuchar su crítica.

(El director aseguró estar todo bien, “incluso el vestuario de Manuel”. ¡Cual vestuario, así andaba yo, medio desarrapado, en mi época “existencialista”! Presentamos la obra en el teatro del Seminario y en el Museo de la Ciudad, junto al Templo de San Francisco. Recibimos la invitación para llevarla a San Luis Potosí, pero nos agarró la risa de las vacaciones de fin de curso escolar. Considero ser esa una de mis aportaciones a Querétaro).

 

No lo hice

Pero, estábamos en “Sigue escribiendo…”. No lo hice. Las preferencias de mi actividad debieron centrarse en mi subsistencia. Salido del Seminario, debí emplearme y estudiar la preparatoria y la universidad; la literatura pasó a segundo término.

No obstante, la inquietud de la autoría literaria siempre la he tenido. Una habilidad creada desde la lectura asidua desde la primaria, base fundamental para la escritura; tuve el libro de lectura (de Fernández Editores), junto al libro de gramática del español. (Hablando de lectura, años más adelante, cuando estaba en la Prepa y en la UNAM devoraba diariamente el periódico, de la primera a la última página. El buen lector es buen escritor, dice la conseja popular; trae palabra para toda circunstancia).

Luego, ya en la División de Mayores, Jesús Morales propuso que hiciéramos un libro de poemas, como efecto de la inspiración y de la clase de preceptiva literaria, cuyo maestro era el padre Luis Guillén. En una hoja de block le entregué un poema manuscrito… y no hubo más. Pero, todo apunta a la misma dirección, y todo adquiere sentido (y sirve) en algún momento. La producción debe ser masiva; lo tengo claro.

Sobre ese último aspecto, Alejandro Aura, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, insistía en su taller de poesía en la Galería Paula de Allende sobre la obligación de escribir ocho horas diarias; jornada para trabajar en el oficio de escritor, como en la de cualquier oficio.

Yo asistía a ese taller, más como espectador que como “escribidor”. Apenas si llevaba un poema para no estar de presencia inútil. No producía nada, quizá desanimado por carecer de inspiración y vena poética, tal y como lo tenía Guillermo Velázquez, compañero mío en el Seminario Conciliar de Querétaro, poeta que devino en egregio trovador del huapango arribeño, el de las colindancias serranas de Guanajuato y San Luis Potosí; el de Xichú, su lugar de origen. Me comparé con él, y no le llegaba a los talones de creación poética.

Pasado el tiempo, alguien me explicó las diferencias de estilos, sin ser todas iguales; y de ahí la equivocación de mi comparación con Guillermo. Por supuesto, lo entendí. De verdad, mi producción era escasa, cuando conforma 99% del oficio (parafraseando al inventor Tomás Alva Edison: “la genialidad es 1% de inspiración y 99% de transpiración”. “Genius is 1% inspiration and 99% perspiration”. En otras palabras, el genio es resultado del trabajo duro y no de un instante de lucidez). “Cuando llegue la musa (la inspiración), debe encontrarte trabajando”, otro dicho igualmente atinado.

 

“Escribí poesía”

Chus Morales me dijo un buen día: “Vos, Manuel, escribí poesía”, así, en seco; o ¿me lo dijo en broma? Como fuere, acepté el reto y, me puse a escribir. El resultado fue el libro Días de junio: Mujer y mundo sentidos.

Para ese poemario, me sumergí en las aguas “Sabinales” (de Jaime Sabines) para “documentar” mi inspiración. En el fondo, recuperé lo abrevado de los torrentes “Huertales” u “Hortales” (de Efraín Huerta, el Gran Cocodrilo, de quien fui lector asiduo antes de dedicarme al periodismo); y, lo mismo, de las fontanas de León Felipe y de Pablo Neruda; y del pozo de “gotas categóricas” de Ramón López Velarde, cuya casa visité en Jerez, Zacatecas, guiado por uno de los sobrinos nietos del Vate.

Concluido el libro, busqué al poeta colimense Víctor Manuel Cárdenas Morales para encargarle el prólogo. Le tenía confianza para hacerle tal encomienda, debido a la amistad creada entrambos, dada nuestra coincidencia en el mismo lugar de residencia en la Ciudad de México. Le mandé un correo electrónico y luego le hice una llamada al Centro de Apoyo a la Mujer (CAM) “Griselda Álvarez”, donde fungía como director, en su natal Colima. Su asistente me confió la ausencia de Víctor debido a problemas de salud, pero me aseguró que él había leído mi correo.

No molesté al Poeta ni a su esposa Marisol en su domicilio y esperé se recuperara… vanamente; falleció el domingo, 6 de agosto de 2017. Mi poemario se quedó sin su prólogo, pero se enriqueció con su presencia. “Joven Víctor, ¡Escribes en paz!” titulé mi homenaje al laureado Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, posteado en mi blog.

Días de junio… lo he enviado a dos concursos de poesía, y no ha tenido fortuna; sigue todavía inédito. No obstante, me enseñó la actividad perenne del hacedor de poesía, tal y como describo en el  poema El poeta no descansa, escrito junio de 2017:

El poeta… cavila sin cesar todo el tiempo.

Profundiza.
Camina en vez de otros.
Ausculta, repasa historias, ciencias y artes.
Es toque de alerta.

El poeta no descansa,

hace de las palabras agua bravía y se siente como pez en ella;

no duerme pero sueña como Dios manda.

Amanece temprano e imita silbos madrugados.

Se interroga, se responde;

pasa lista, hace recuentos…

Entreteje con hilo negro y saluda al agua tibia descubiertos.
Es flama de todo el día.

Solo después, y después de tanto, al final, comparte.

(Tomado de Días de Junio. Mujer y mundo sentidos © Derechos Registrados a nombre de Manuel Mandujano).

 

Inéditos tengo también la novela Corpus o El milagro de Copanahuastla; y tres libros de cuentos: Río de piedras, Homo Sapiens v. 2.0, Nada me debes (Cuentas y cuentos) (“Cuentas y cuentos” por aquello de la igualdad de géneros).

Publicados tengo mi novela corta Anoche Soñé que Estaba Muerto, en versiones digital (ebook) o impresa, en tapa dura, descargables desde el sitio Web Amazon.com (clic para leer el primer capítulo); y dos series de microcuentos en el sitio Web La Mascarada:

-Cenzontle y más cuentos cortos:

http://lamascarada.com.mx/2018/08/18/cenzontle-y-mas-cuentos-cortos/

-A tiempo y más cuentos cortos:

http://lamascarada.com.mx/2018/09/14/a-tiempo-y-mas-cuentos-cortos/

Dejé de publicar en La Mascarada, lo confieso, por una razón; deseo participar con mi obra en premios literarios; en todos ellos se pide que la obra y su contenido sean inéditos; aún más, algunas convocatorias de concursos especifican la nula publicación en Internet.

 

Celebración y gozo de la escritura

Mi incursión en la literatura me ha convencido de que todos llevamos un escritor dentro de nosotros, cuestión de cultivarlo y desarrollarlo. A quien me lo permite, le invito a escribir ficción o sus memorias y reflexiones, y le comparto mi método de escritura en seis pasos. Con ese método, pero ampliado, diseñé el Taller de Redacción Creativa y Contenidos de Valor: La escritura, una celebración. De la escritura recalco su facilidad y, a la vez, el gozo de adentrarse en ella. Tomándole gusto, es placentera; de ahí el subtítulo del taller. Lo he impartido en empresas, cámaras industriales  y universidades.

He asociado a la facilidad de la escritura, la generación de contenido de valor y la creatividad. El valor lo aporta todo contenido vinculado a las emociones de los lectores para generarles experiencias; a esas emociones les dio Abraham Maslow (1908-1970) la categoría de esenciales en su “Jerarquía de las necesidades humanas”, la famosa Pirámide de Maslow. Cabe recordar que Abraham es creador de la psicología humanista, difundida en su obra A Theory of Human Motivation.

La creatividad es un proceso de dos partes; 1) la asociación de todo suceso individual cotidiano al proyecto tenido en manos; y 2) la vinculación e interrelación de cosas y acontecimientos disímbolos, aunque parezcan locuras; por ejemplo, imaginar un trasatlántico en el centro histórico de alguna ciudad conocida y preguntarse el por qué. Se trata de la recuperación del espíritu lúdico de la infancia para mezclar ideas sin rubor.

Sobreabundo sobre la vinculación. Ésta es un conexión desde el inconsciente, toda vez que el cerebro maquina (del verbo maquinar); usa energía para desear cosas vinculadas a una representación o a un grupo de representaciones, a una parte del cuerpo, a un objeto, etcétera, en un contexto social (Gilles Deleuze y Félix Guattari, psicoanalistas franceses, dixerunt).

Por lo mismo, ese convencimiento de la facilidad y de la celebración me ha llevado a la elevar mi producción narrativa, sobre todo de cuentos; .y me hace sentir en un estado de gracia creativo.

El oficio de la escritura surgió de un rito poderoso de iniciación:

“un fuego devorador” grabó “las diez palabras” en las dos piedras de Moisés.

El escenario, “una nube espesa”, “truenos y relámpagos, sonido de trompetas”.

Un “monte envuelto en humo” para el misterio. (El oficio de la palabra, poema de Manuel Mandujano).

La escritura es una expresión de vida, una experiencia de vida generada por el apego a la realidad. Algo más allá de lo estrictamente individual 

La escritura, considero, debe ser un proceso alegre, gozoso. "Debes tomarla como una celebración y no como un trabajo; si para ti es un trabajo, dedícate a otra cosa", aconsejó Ray Bradbury, autor de libros de ciencia ficción, a jóvenes escritores.

Pero, ¿Por qué ahora ha fluido mi vena narrativa? Todo apunta en la misma dirección, desde aquel día cuando se publicó en el periódico mural del colegio mi composición sobre un paseo al bosque de San Rafael (cercano a Comitán, Chiapas, en donde nací el 21 de diciembre de 1948), una tarea de la clase de español, dictada por mi mamá a petición mía; ella lavaba trastos y yo escribía sentado en la puerta de la cocina. Nada raro; ella fue mi “garganta profunda” y yo el transcriptor y dador de forma del escrito.

¿Por qué ahora recorro el camino de las letras? Porque llegó el momento y porque siento la necesidad aplicarme y hacerme productivo; a la par, tengo la paz suficiente para controlar las circunstancias de la vida (es un decir), y la disponibilidad de robarle horas al sueño y a la actividad social. Me visualizo un escritor prolífico.

Ciudad de México, 11 de agosto de 2020.

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